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El reto invisible: Criar a un niño altamente sensible

Úrsula Perona
Psicóloga

La alta sensibilidad es un rasgo de personalidad poco conocido, identificado como un constructo compuesto por distintos componentes. Uno de los mayores retos como padres es conocer a nuestros hijos y entender qué necesitan para desarrollar una sana autoestima desde el autoconocimiento. Ser los padres que nuestros hijos necesitan implica entender su sensibilidad. A menudo, los niños altamente sensibles son etiquetados como maniáticos o consentidos, y sus padres, juzgados injustamente.
Cuando atribuimos correctamente su comportamiento, podemos acompañarlos mejor.

Por ejemplo, si un niño rechaza una prenda, no siempre es manipulación: puede deberse a una sensibilidad táctil. La alta sensibilidad es real, estudiada en más de 100 especies, con investigaciones en países como Japón, Reino Unido o España. Su nombre científico es «sensibilidad de procesamiento sensorial».
Ser altamente sensible implica una fuerte sensibilidad sensorial, tendencia a la sobreestimulación, profundidad de pensamiento, dificultad para tomar decisiones y gran intensidad emocional. No es un diagnóstico ni una patología, pero puede generar sufrimiento, ya que las personas altamente sensibles tienden más a la ansiedad, depresión o enfermedades autoinmunes.

No debemos confundirlo con otros trastornos como el TEA o el TDAH, por lo que es esencial hacer un diagnóstico diferencial.
La alta sensibilidad requiere un acompañamiento equilibrado, sin sobreprotección. El mejor regalo que podemos dar a nuestros hijos es aceptarlos tal como son y formarnos para entenderlos. Así podremos cambiar sus conductas desde la comprensión. «Cuando un padre decide trabajarse a sí mismo, reescribe el futuro de sus hijos».