Carlos G. Junco
Maestro, logopeda y psicólogo
El vínculo afectivo es algo biológico, los bebés dependen emocional y neurológicamente de la respuesta del adulto. «La voz de la madre activa regiones del cerebro asociadas al placer, la emoción y la conexión social. Es una señal biológica de seguridad» (Standford, 2016).
También se necesita reciprocidad. Es decir, si un bebé está llorando y no recibe ninguna respuesta, su cuerpo reacciona como si estuviera en peligro. Aumenta el ritmo cardíaco, su cerebro libera cortisol, y se activa su sistema de defensa. Aún son pequeños como para saber, por ejemplo, que su figura de apego está ocupada. Solo siente que está solo. Para Bowlby, la disponibilidad emocional es clave. No basta con estar ahí: hay que responder, interpretar, sintonizar. La respuesta que les damos importa.
Bowlby mostró cómo la separación de los niños hospitalizados de sus madres tenía efectos emocionales devastadores, incluso si sus necesidades físicas estaban cubiertas. Aquel informe marcó un antes y un después en la comprensión del apego infantil.
Con todo esto, está clara la importancia que tienen los vínculos afectivos en esta primera etapa de la vida. ¿Cómo afecta a nivel cerebral? Se fortalecen las experiencias más frecuentes, también ocurre con el vínculo de apego, esto va moldeando su cerebro. Lo importante es lo que ocurre la mayoría de las veces, que sepan y que sientan que pueden contar con alguien cuando lo necesiten. Al tener esta experiencia de manera repetida se sienten más seguros, aprenden a confiar a volver a la calma tras la tormenta, enfrentar nuevos desafíos, tener mayor resiliencia y construir relaciones saludables en un futuro.